LOS
PIROPOS
El piropo, requiebro,
lisonja, alabanza, galantería, madrigal o flor, murió, hace ya bastante tiempo
en toda Venezuela. Nadie piropea. Quien lo hace, es calificado de boborote. O
de otra cosa denigrante, que tiene que ver con la hombría. Con la masculinidad.
¿Para qué vamos a perder
tiempo en esa tontería? Es la pregunta colectiva de la actual juventud.
El requiebro aquél,
inofensivo y superficial, de ingenio en la expresión, ha sido retirado del uso.
Claro está, que como todo en la vida, todavía se dan y se oyen expresiones.
Sobre todo en los hombres de la tercera y ya entrada en la cuarta edad o con
muchas canas y kilos.
Sin embargos unos y otros,
los muy mayores edad y los de intermedio, incurren generalmente en grosería.
“¡Esos
pechos están como para volverme a criar!”
Y de vez en cuando el
zulianísimo o el que muchas veces hemos escuchado, incluido hasta en los
chistes de gaitas.
“¡Muchacha!
¡Te estáis pudriendo de buena!”
También, en antaño, existía
un llamado piropo mudo. Cuando pasaba una mujer tipo Salvaje, un Monumento,
muy Tentadora. No se le decía nada.
La seguía la mirada hasta que la mujeraza se perdía de vista.
Así como se afirma que una
fotografía vale más que mil palabras, aquellas miradas, fijas, sin pestañar,
dejaban rastros superiores, decenas de miles, a lo que pudo haberse expresado
oralmente.
El requiebro de la mímica,
era variante. Sugestivo. Se describían una serie de gestos: un encogimiento de
hombros; elevar ojos y brazos al cielo; imitar los lances de los toreros; la
mano izquierda en la cintura y en la derecha simulando una muleta, para el pase
del toro, plasmado en realidad en una fémina muy bien desarrollada.
Se presentó un buen día otro
piropo sin palabras, aunque salido de la boca. Era un silbido. El “fui-fuiooo” que era más comunicador.
La expresión de todo lo que se quisiera decir. Y que ha perdurado en el tiempo,
pues en oportunidades todavía se escucha.
Se ha dicho que el piropo es
una creación francesa. Por la frivolidad, finura y arte amatorio de los nacidos
en tierras galas. Y que la buena propaganda de ellos mismo se encargo de
difundirlo por todo el mundo.
Sin embargo tales
aseveraciones no son del todo ciertas, porque el piropo tiene otro origen, y es
eminentemente español. Como El Quijote, las corridas de toros, las mantillas,
el abanico y las malas palabras. Todo eso lo trajeron los conquistadores.
Cuentan que nuestros
abuelos, con sombreros y pajillas en sus cabezas, cuando pasaba una muchacha
con la gracia que Dios tuvo a bien regalarle, en demasía, se descubrían con
heroica dignidad. Y hasta se creían un poco pecadores al decir:
-
¡Que
Dios te bendiga, hija mía!
Los poetas, porque en las
primeras décadas del siglo pasado abundaban como arroz, estaban en todas
partes. Había médicos poetas, abogados poetas, ingenieros poetas, sacerdotes
poetas, obreros poetas. Y era frecuente piropear con frases melosas,
alegóricas, abundante en metáfora. Por ejemplo.
“¡Bendita
sea la semilla de donde salió el árbol, de donde sacaron la madera, para hacer
el mango del martillo, con el que clavaron las maderas de la cuna que meció la
mano, de quien tuvo la fortuna de traerte a este mundo!”
Una cosa es cierta: toda
mujer agradece un piropo. Aunque ni siquiera sonría. Lo acepta la jovencita
porque está consciente de estar bien estructurada por los cuatro costados.
También la ya señora, que mientras camina, va dejando los últimos pétalos de la
ya pasada juventud.
El piropo era, en suma, un
aliciente de los desocupados. De los jóvenes que trabajaban en las compañías
petroleras, quienes a partir de las cuatro de la tarde, inmediatamente se
trasladaban a la “esquina del pecado”. Así la llamaban las señoras de antes.
En Caracas, la esquina de
Gradillas. Y, en Maracaibo la convergencia de las calles Ciencias y Colón.
Frente al recordado negocio R. J. Villasmil. A esa turba de piropeadores se
plegaban los estudiantes del antiguo Colegio Federal de Varones, sede de la
Universidad del Zulia.
Y quedaron prendidos en el
recuerdo piropos que pueden ser útiles en los actuales momentos.
¡Adiós rival de mi soltería!
¡Con lo que tú tienes, te
alcanza y te sobra!
¡No me mires, que no tengo
seguro contra incendio!
¡No sé donde estoy cuando tú
no estás!
¡Flaca dame un hueso para
hacer un llavero!
¡Suegra vaya con Dios, que
yo voy con su hija!
Indiscutiblemente podemos
decir, que el piropo, es la forma más sencilla de expresar rápidamente, lo que
pensamos al ver pasar a una dama agraciada, delante de nuestros ojos.
FUENTES:
Libro:
Pinceladas Costumbristas.
Autor:
Alberto Toledo Silva.
Piropos Populares Venezolanos.
Publicar un comentario