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viernes, 25 de agosto de 2017

LA BENDICIÓN ¡Maravillosa Costumbre!



    LA BENDICIÓN

¡MARAVILLOSA COSTUMBRE!

Al salir de la casa, al regresar, al acostarse, al despertar… los padres bendecían sus descendencias.

Y los hijos imploraban la bendición, como para garantizar la protección de Dios fuera de la casa, durante el sueño, al salir o al regresar.

Los padrinos a sus ahijados, los tíos y las tías a sus sobrinos.

Para los abuelos, era el reconocimiento más legítimo que les correspondía como progenitores de toda una generación. La bendición venía envuelta en un halo religioso propio de la fe cristiana. Es la presencia del padre, con el simbolismo de justicia, rectitud y moral, que se ha perdido con el tiempo.

En la familia, en ausencia del padre, mandaba el hermano o hermana mayor… y mandaban de verdad.

Los medios de comunicación en especial, la radio y la televisión, empezaron a vender nuevas formas de vida, que progresivamente fueron produciendo el abandono de nuestras buenas y ancestrales costumbres y la captación de subvalores.

Se vende lo que produce dinero, y se compra lo que se anuncia en radio y televisión… pero el dinero litiga con las buenas costumbres y es manipulador.

El hermano mayor empezó a perder poder, sobre todo, porque a ellos les correspondía sustituir al padre, buscar recursos económicos para mantener la familia y, por lo tanto, su derecho a los estudios del más alto nivel, fue quedando en un segundo lugar.

La figura del padre se fue debilitando, aunque ha sido todavía mayor la degradación de la moral. En nuestra cultura, todavía pesa mucho aquel… “se lo voy a decir a tu padre, cuando venga.”

El miedo a que no se nos respondiera la bendición, originaba un temor demasiado fuerte e inducía a repensar sobre los hechos. Mientras que el acto de pedir la bendición aun con lo rutinario que esto fuera tenía un valioso premio: el “Dios te bendiga, hijo mío.”

Cuánta fuerza se recibía de la madre que, moviendo los brazos, dibujaba una cruz en el espacio mientras susurraba silenciosamente: “Que Dios los bendiga.”

Y cuánta tristeza lleva en su conciencia aquel que, de manera ex profesa, no recibía la bendición de los padres.

La bendición lleva un significado de profunda autoridad. Si alguien la pedía en el momento de la partida, como intentando obviar la petición de un permiso para salir de la casa, no era extraño que no se obtuviera la respuesta del padre. Entonces trabajaba como una soga, que lo agarraba a uno por el cuello y lo obligaba a regresar:

-       Bendición, papá, y sin darle la respuesta el padre interrogaba:
-       ¿Para dónde vas?
-       Bueno, tú sabes que…
-       ¿A qué hora piensa regresar?
-       ¡A las nueve estaré aquí!
-   Bien, que no se pase de las nueve… mire que no me gusta mucho esa compañía. ¡Que Dios lo bendiga hijo!

Sin esa maravillosa respuesta ninguna reunión resultaba interesante, porque al regresar, la cosa se ponía fea…

Ese control que los padres tienen sobre el grupo familiar no lo hemos sustituido por ningún otro elemento que permita garantizar la orientación de nuestra sociedad.

Recordemos que todos los familiares relevantes, tenía un respeto garantizado de aquella, quien, a su vez, estaba obligado a pedir la bendición; que más que una obligación era un pedimento, un gesto de sumisión a la autoridad superior, que expresamente indicaba protección. Es obvio suponer que se tiene la protección de aquellas personas que nos bendicen.

En algunos casos, también al hermano mayor se le pedía la bendición, porque en ausencia del padre, asumía el control de la familia. Era el bastón de mando, que le daba al primogénito la obligación de proteger al grupo familiar… una forma sencilla de gobernar.

Al hermano mayor se le debía obediencia. El tenía la última palabra y, al mismo tiempo, era a quien más se le exigía. Ese no podía fallar, porque le estaba dando mal ejemplo a sus hermanos. Y, sin lugar a dudas, era una gran responsabilidad.

Debido a que, en ausencia del padre, tenía la obligación de velar por la familia, se le entrenaba para asumir el mando y era el primero que salía a trabajar para traer el sustento a la casa. Por lo tanto no podía estudiar.
¡Quizás por eso vemos tantos niños en la calle, ocupando el lugar de los adultos!

Todos los padres se fijan, como objetivo, la educación de los hijos. Había la seguridad de que al hacerlos doctores se les había dado la mejor de las herencias. Y se emprende como principal obligación formar el mayor número de doctores en cada grupo familiar. Los padres se sentían orgullosos cuando lograban graduar a todos los hijos.

Los hermanos mayores tenían que ceder la oportunidad a los menores. Siendo los capitanes del buque, les tocaba el último puesto en el reparto de oportunidades. Y cumplieron su misión.

Pero, en la medida en que la costumbre se fue quedando atrás y la razón del académico fue sustituyendo el poder del hermano mayor, la familia se fue quedando desprotegida de organización, porque rompimos un esquema y no presentamos un modelo sustitutivo.

Ya son muy pocos los hijos que piden la bendición a sus padres y algunos sólo expresan el final de la palabra “Ción”, por lo que a veces provoca responderle con el final de la oración “Diga”.

Se desprende de este razonamiento la necesidad de establecer algunos procedimientos mediante los cuales se pueda garantizar la recuperación de estos valores.

Las madres deberán inculcar, de nuevo, a sus hijos dentro de la rutina educativa, la necesidad de pedir la bendición. Al salir de la casa, al regresar, al acostarse o al levantarse… un pensamiento noble deberá ir modelando al niño que intentamos formar.

-       Que Dios te bendiga hijo.
-       Que Chinita te acompañe.
-       Que el Señor te lleve por buen camino.
-       Que La Virgen del Carmen te ilumine…

y cualquier otra expresión espontánea que llegue al niño como un indicador permanente de buena fe.

Una persona que ha sido entrenada a creer en ese cúmulo de frases llenas de buenos deseos, lleva consigo una gran dosis de energía para vencer las dificultades que puedan presentársela en su crecimiento. Y por más compleja que sea la vida que les toque vivir, tendrán siempre en el recuerdo las muchas bendiciones que recibió de sus padres y familiares.

Mayor riqueza, a tan bajo costo, no es fácil de obtener entre nosotros. Allí en esos pequeños detalles, está siempre Venezuela.

QUE DIOS TE BENDIGA.

FUENTE:
Libro: Maracaibo, Calor y Expresión.
Autor: Marcías j. Martínez.



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