LA BENDICIÓN
¡MARAVILLOSA
COSTUMBRE!
Al salir de la casa, al
regresar, al acostarse, al despertar… los padres bendecían sus descendencias.
Y los hijos imploraban la
bendición, como para garantizar la protección de Dios fuera de la casa, durante
el sueño, al salir o al regresar.
Los padrinos a sus ahijados,
los tíos y las tías a sus sobrinos.
Para los abuelos, era el
reconocimiento más legítimo que les correspondía como progenitores de toda una
generación. La bendición venía envuelta en un halo religioso propio de la fe
cristiana. Es la presencia del padre, con el simbolismo de justicia, rectitud y
moral, que se ha perdido con el tiempo.
En la familia, en ausencia
del padre, mandaba el hermano o hermana mayor… y mandaban de verdad.
Los medios de comunicación en
especial, la radio y la televisión, empezaron a vender nuevas formas de vida,
que progresivamente fueron produciendo el abandono de nuestras buenas y
ancestrales costumbres y la captación de subvalores.
Se vende lo que produce
dinero, y se compra lo que se anuncia en radio y televisión… pero el dinero
litiga con las buenas costumbres y es manipulador.
El hermano mayor empezó a
perder poder, sobre todo, porque a ellos les correspondía sustituir al padre,
buscar recursos económicos para mantener la familia y, por lo tanto, su derecho
a los estudios del más alto nivel, fue quedando en un segundo lugar.
La figura del padre se fue
debilitando, aunque ha sido todavía mayor la degradación de la moral. En
nuestra cultura, todavía pesa mucho aquel… “se
lo voy a decir a tu padre, cuando venga.”
El miedo a que no se nos
respondiera la bendición, originaba un temor demasiado fuerte e inducía a
repensar sobre los hechos. Mientras que el acto de pedir la bendición aun con
lo rutinario que esto fuera tenía un valioso premio: el “Dios te bendiga, hijo mío.”
Cuánta fuerza se recibía de
la madre que, moviendo los brazos, dibujaba una cruz en el espacio mientras
susurraba silenciosamente: “Que Dios los
bendiga.”
Y cuánta tristeza lleva en
su conciencia aquel que, de manera ex profesa, no recibía la bendición de los
padres.
La bendición lleva un
significado de profunda autoridad. Si alguien la pedía en el momento de la
partida, como intentando obviar la petición de un permiso para salir de la
casa, no era extraño que no se obtuviera la respuesta del padre. Entonces
trabajaba como una soga, que lo agarraba a uno por el cuello y lo obligaba a
regresar:
-
Bendición,
papá, y sin darle la respuesta el padre interrogaba:
-
¿Para
dónde vas?
-
Bueno,
tú sabes que…
-
¿A
qué hora piensa regresar?
-
¡A
las nueve estaré aquí!
- Bien,
que no se pase de las nueve… mire que no me gusta mucho esa compañía. ¡Que Dios
lo bendiga hijo!
Sin esa maravillosa
respuesta ninguna reunión resultaba interesante, porque al regresar, la cosa se
ponía fea…
Ese control que los padres
tienen sobre el grupo familiar no lo hemos sustituido por ningún otro elemento
que permita garantizar la orientación de nuestra sociedad.
Recordemos que todos los
familiares relevantes, tenía un respeto garantizado de aquella, quien, a su
vez, estaba obligado a pedir la bendición; que más que una obligación era un
pedimento, un gesto de sumisión a la autoridad superior, que expresamente
indicaba protección. Es obvio suponer que se tiene la protección de aquellas
personas que nos bendicen.
En algunos casos, también al
hermano mayor se le pedía la bendición, porque en ausencia del padre, asumía el
control de la familia. Era el bastón de mando, que le daba al primogénito la
obligación de proteger al grupo familiar… una forma sencilla de gobernar.
Al hermano mayor se le debía
obediencia. El tenía la última palabra y, al mismo tiempo, era a quien más se
le exigía. Ese no podía fallar, porque le estaba dando mal ejemplo a sus
hermanos. Y, sin lugar a dudas, era una gran responsabilidad.
Debido a que, en ausencia
del padre, tenía la obligación de velar por la familia, se le entrenaba para
asumir el mando y era el primero que salía a trabajar para traer el sustento a
la casa. Por lo tanto no podía estudiar.
¡Quizás por eso vemos tantos
niños en la calle, ocupando el lugar de los adultos!
Todos los padres se fijan,
como objetivo, la educación de los hijos. Había la seguridad de que al hacerlos
doctores se les había dado la mejor de las herencias. Y se emprende como
principal obligación formar el mayor número de doctores en cada grupo familiar.
Los padres se sentían orgullosos cuando lograban graduar a todos los hijos.
Los hermanos mayores tenían
que ceder la oportunidad a los menores. Siendo los capitanes del buque, les
tocaba el último puesto en el reparto de oportunidades. Y cumplieron su misión.
Pero, en la medida en que la
costumbre se fue quedando atrás y la razón del académico fue sustituyendo el
poder del hermano mayor, la familia se fue quedando desprotegida de
organización, porque rompimos un esquema y no presentamos un modelo
sustitutivo.
Ya son muy pocos los hijos
que piden la bendición a sus padres y algunos sólo expresan el final de la
palabra “Ción”, por lo que a veces
provoca responderle con el final de la oración “Diga”.
Se desprende de este
razonamiento la necesidad de establecer algunos procedimientos mediante los
cuales se pueda garantizar la recuperación de estos valores.
Las madres deberán inculcar,
de nuevo, a sus hijos dentro de la rutina educativa, la necesidad de pedir la
bendición. Al salir de la casa, al regresar, al acostarse o al levantarse… un
pensamiento noble deberá ir modelando al niño que intentamos formar.
-
Que
Dios te bendiga hijo.
-
Que
Chinita te acompañe.
-
Que el
Señor te lleve por buen camino.
-
Que
La Virgen del Carmen te ilumine…
y cualquier otra expresión
espontánea que llegue al niño como un indicador permanente de buena fe.
Una persona que ha sido
entrenada a creer en ese cúmulo de frases llenas de buenos deseos, lleva
consigo una gran dosis de energía para vencer las dificultades que puedan
presentársela en su crecimiento. Y por más compleja que sea la vida que les
toque vivir, tendrán siempre en el recuerdo las muchas bendiciones que recibió
de sus padres y familiares.
Mayor riqueza, a tan bajo
costo, no es fácil de obtener entre nosotros. Allí en esos pequeños detalles,
está siempre Venezuela.
QUE
DIOS TE BENDIGA.
FUENTE:
Libro:
Maracaibo, Calor y Expresión.
Autor:
Marcías
j. Martínez.
Publicar un comentario